martes, 4 de marzo de 2014

Análisis de 'La cola de golondrina'

Este es el último lienzo pintado por Salvador Dalí, que tras la muerte de Gala en junio de 1982 vivió retirado en la residencia de Púbol hasta su muerte en 1989. Una famosa fotografía de marzo de 1983 lo retrata delante de un caballete en el cual está precisamente este cuadro; sentado en una curiosa butaca de altísimo respaldo, el pintor sigue fiel a su amor por su extravagancia en la vestimenta y la teatralidad , que jamás disminuyó en él.

Algunas de sus últimas obras, entre ellas esta, se inspiran en los estudios del matemático francés René Thom, inventor de la teoría de las catástrofes, un modelo teórico para explicar algunos fenómenos naturales, expuesta por el científico en la obra Modèles mathématiques de la morphogenèse. El artista se sumergió de una manera muy personal en estas complejas construcciones matemáticas, creyendo hallar una confirmación de la verdad de ciertas «visiones» suyas relativas al origen geológico del Rosellón y al valor de modelo absoluto que había reconocido en la estación de Perpiñán (que en realidad era bastante corriente).
La cola de la golondrina (1983)

En este cuadro sorprende la pureza casi abstracta de la composición; unos pocos signos, que recuerdan las representaciones gráficas de las funciones matemáticas, ocupan la superficie pictórica, en la cual flotan algunas efes, similares a las hendiduras sinuosas de la caja de los violines. Por seguir en el terreno de los signos matemáticos, estas elegantes efes alargadas son asimismo el símbolo de la integral. Sin embargo, Dalí estaba desde luego pensando también en el violín, pues en el margen superior izquierdo ha representado precisamente una parte de ese instrumento musical.