viernes, 20 de diciembre de 2013

Análisis de 'La persistencia de la memoria'

La persistencia de la memoria (1931), Salvador Dalí
La persistencia de la memoria fue pintado por Salvador Dalí en 1931 y representa un paisaje onírico.

El dibujo tiene una enorme importancia en el cuadro; es de líneas puras, muy académico. Los objetos están representados con exactitud y detallismo, pero sus dimensiones no son reales y están deformadas.

La luz juega un gran papel. El cuadro está dividido en dos partes no simétricas: una tenebrista, en primer término, con un foco de luz a la derecha que ilumina suavemente los objetos, que proyectan sus sombras y se recortan en espacio; y la otra, fuertemente iluminada, al fondo, con una luz muy blanca, irreal. El color es rico y variado, predominando los tonos frícos (azules, grises, blancos) en contraste con los cálidos (ocres, marrones y amarillentos).

La composición está muy estudiada. Domina la línea horizontal del mar, remarcada por la luz, que divide el cuadro en dos mitades desiguales pero armoniosas. Se complemente con la horizontal de la rama seca del árbol, que con su tronco marca a la izquierda una vertical que equilibra la composición. Como elementos dinámicos, el pintor utiliza las líneas diagonales (mesa, cabeza) y las curvas (relojes, cabeza).

El color contribuye a realzar la composición, ya que los tonos cálidos nos acercan las formas, mientras que los fríos las alejan. La perspectiva tradicional existe, pero el espacio parece extraño. El punto de vista del espectador es alto, aunque no en todos los objetos. Los elementos espacias se han representado con contornos duros y los temporales con contornos blandos; los primeros permanecerán cuando el tiempo haya dado cuenta de los segundos.