sábado, 9 de noviembre de 2013

Guernica: arte, compromiso y política (Miguel)

«No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo».
Pablo Picasso
Uno de los bocetos previos del Guernica

El Guernica, pintado por Picasso en 1937, es un cuadro, pero se considera también patrimonio histórico, símbolo universal de los horrores de la guerra. Pablo Picasso era el artista español más reconocido internacionalmente, y es por eso que el gobierno de la II República le pide una obra propagandística, en medio de la Guerra Civil.

Sin embargo, el pintor malagueño hace un alegato contra el horror y la destrucción de la guerra, en un sentido general. La idea del autor es crear una obra que fuera del pueblo español y del mundo, no propia; es por eso que decide no recibir retribución económica por él. Picasso incluye signos de identidad nacional y símbolos perfectamente reconocibles para cualquiera: el toro, el caballo, la bombilla, etc. No utiliza sus signos iconográficos, aunque sí su lenguaje artístico.

El cuadro no cuenta una historia, no narra el bombardeo de Guernica por parte de la Legión Cóndor alemana, sino que transmite las emociones inmediatamente posteriores de quienes lo sufrieron. De hecho, en el lienzo no se encuentra por ningún lado al enemigo, que permanece así anónimo, invisible. Esto representa una premonición profética del total anonimato de la guerra, en la época venidera de operaciones de bombardeo contra la población civil. El brazo ejecutor de tanto sufrimiento no está presente; Picasso sugiere que el cobarde fuego aniquilador de la aviación nazi ataca la naturaleza misma de la vida.

En el Guernica nadie se salva, todo es destrucción ciega, excepto quizá el toro. Este, orgulloso, podría ser símbolo de la España invencible o bien de la indiferencia ante el triunfo del mal, connotaciones bien diferentes, pero en todo caso ajeno al tormento y desastre.

La relación del espectador con este cuadro este lienzo es uno de los aspectos más significativos del mismo. Se hace difícil concebir la idea de que un espectador pasivo del drama. La pasividad ante él es la complicidad del verdugo: esta pintura es tremendamente difícil de contemplar sin que se accionen los resortes misteriosos del sentimiento y de la acción.

Históricamente, y ya desde la primera exhibición del cuadro en la Exposición Internacional de 1937 en París, el Guernica se ha entendido como una referencia de primer orden en la historia de la pintura contemporánea. Para muchos representó la reconciliación entre los ideales globales de la izquierda y las vanguardias artísticas, por ejemplo en la denuncia de la violencia fascista y en la modernidad radical.

El surrealismo era todo un sistema de dimensión revolucionaria, que deseaba transformar radicalmente las bases que sustentan la vida y las relaciones humanas. Este movimiento planteaba como instrumentos artísticos la provocación y la convicción de que la imaginación surrealista era la alternativa a los falsos valores establecidos. Picasso fue miembro «honorífico» del grupo surrealista, reconocido y aceptado por sus componentes, aunque personalmente alguien libre, que no se sometía a algunas de sus ataduras.

La evolución y los gestos públicos de Pablo Picasso en los años siguientes a la elaboración del Guernica confirmaron completamente ese compromiso político y artístico. Durante la Guerra Civil continuó denunciando abiertamente la violencia, de verbo y con una serie de cuadros que delataban su angustia. Además, su gran obra realizó un gran periplo por ciudades europeas y Nueva York con el objetivo de recaudar fondos para la República.

Lo que tal vez Picasso no podía vislumbrar es que él mismo se vería afectado por esa tenaza del fascismo. En efecto, entre 1940 y 1945 vivió en París bajo la ocupación nazi, estrechamente vigilado y coartado. Su actitud resistente se plasma en la proliferación de calaveras de toro en sus bodegones, de colores fríos y aspecto tétrico: una alegoría de un tiempo siniestro y feroz. Una interpretación macabra pero realista del concepto de «naturalezas muertas».

En conclusión, Picasso y el Guernica suponen un hito en las relaciones entre arte y política en el siglo XX. El autor realiza una obra universal de denuncia de la guerra y lleva hasta postulados meta-artísticos su compromiso con la libertad y la Segunda República. Guernica es un cuadro muy humano, que cuenta profunda y radicalmente las emociones de desgarro, angustia y desolación que la violencia indiscriminada de las tropas fascistas provoca contra la población civil.

Miguel García Campos