lunes, 25 de noviembre de 2013

Introducción a Max Ernst (1891-1976)

Max Ernst (Brühl, 2 de abril de 1891 - París, 1 de abril de 1976), basándose en sus experimentos dadaístas, descubrió nuevos métodos de inducir el estado de automatismo psíquico de que hablaba Breton, el proceso de dibujar o pintar como en un estado de trance, técnicas a través de las que el azar controlado se introducía en el proceso creativo. Siguiendo el enfoque del collage cubista, y teniendo en cuenta el famoso encuentro poético de Lautréamont entre una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección, Ernst yuxtapuso elementos visuales dispares, ajenos entre ellos, en nuevo y raro contexto. Su intención, como escribió a Franz Roh, era
«generar una tensión eléctrica o erótica. El resultado eran descargas de corrientes de alta tensión. y cuanto más inesperados fueran los elementos que se agrupaban [por ejemplo el cañón de una pistola, imitaciones de escarabajos o enaguas de encaje], más sorprendentes eran las chispas de poesía que saltaban al vacío».
Después del collage llegó el frottage, una técnica basada en el descubrimiento casual de Ernst del encanto de las vetas de la madera en el suelo de la habitación de un hotel. Al ver extrañas imágenes en las vetas, el artista colocó una hoja de papel sobre el suelo y frotó encima de ella con un lápiz blando. Los dibujos resultantes evocaban olas en el mar, y al colocar la hoja sobre el disco de un fonógrafo y frotar de nuevo, sus estrías se convertían en el sol naciente en el horizonte. Sorprendentes configuraciones de este tipo, con pocos añadidos por parte de la mano del artista, se transformaban en objetos o fenómenos naturales. Un dibujo de líneas paralelas de vetas podía convertirse en una grieta en una pared de roca, y el agujero de un nudo de la madera podía parecer un pájaro sosteniéndose en el aire con las alas extendidas.

Las pinturas al óleo también podían crear texturas de una forma similar, por medio del contraste entre formas elaboradas con una libre espontaneidad. Las imágenes de bosques de Ernst compuestas por formas tubulares o dentadas fueron creadas de esta manera. Una variación conocida como grattage consistía en obtener texturas rascando la superficie pictórica; cuadros posterior fueron hechos por decalcomanía, una técnica descubierta en 1935 y perfeccionada por Óscar Domínguez, un surrealista tinerfeño. En este método se presionaba una superficie cubierta de pintura húmeda sobre la superficie del cuadro y después se separaba de ella, donde dejaba dibujos fantásticos y sinuosos que evocaban paisajes de musgo, agua, rocas y arrecifes de coral. Estos dibujos provocaban una reacción en cadena de ideas creativas en la mente del artista.

Monumentos a los pájaros (1927)
Usando estas y otras fórmulas invocadoras similares, Ernst creó un ambiguo mundo de imágenes, misteriosas o alegres, soñadoramente románticas o mágicamente grotescas en que objetos de la más diversa naturaleza se mezclaban sin transición alguna: lo humano con lo animal, lo animal con lo vegetal, lo inorgánico con lo orgánico. De un protoplasma de formas musgosas surgían figuras gigantescas que avanzaban a grandes pasos hacia las moradas de los hombres: La horda (1927). Un conjunto de formas entrelazadas similares a pólipos, reproducidas con una precisión realista y provistas de cabezas de pájaros se convertía en un Monumento a los pájaros (1927).

Una configuración obscenamente protuberante con tres cabezas, pájaro, ser humano, reptil y mamífero monstruoso al mismo tiempo, pinta «automáticamente» un cuadro con una mano que surge de su brazo en forma de pólipo: Surrealismo y pintura (1942), una grandiosa traducción visual del ensayo programático homónimo de Breton. Cabeza, huevo y pez (1925), pintado como en relieve sobre una pared, es una metáfora de la evolución primitiva, la semilla de la vida saliendo a la luz desde el caos. Loplop, jefe de los pájaros (1930) se convierte en una especie de autoridad controladora, el alter ego del artista, figura simbólica del yo inconsciente y al mismo tiempo del ego consciente, que en caso de Ernst se interpretan y se mezclan.

La reunión de los amigos (1923-4)
La fantasmagoría de Ernst es totalmente realista en los detalles, aunque absolutamente irreal en su combinación de elementos dispares, su ambigüedad manierista, su inclusión del azar y las imágenes subconscientes. La frontera entre los mundos externos e internos, el tema y la mente, se supera, como la distinción entre diversos períodos, ya que en la obra de Ernst no hay nada semejante a un desarrollo o progreso de una fase a la siguiente. Las fronteras son vagas, y lo serán hasta el final de su carera. La inventiva de Ernst superó a la de cualquier otro artista surrealista, con el cual solo parte de su obra estuvo asociada directamente. La renuncia a las fuentes tradicionales de la inspiración artística, la representación objetiva y la fantasía se combinan de forma única, incluso en las obras que a simple vista parecen muy claras o reales, como la célebre La reunión de los amigos (1923-4). Solo tras una segunda observación nos damos cuenta de que el pasado y el presente (Max Ernst y Dostoievski, Rafael y de Chirico), lo real y lo irreal, el día y el sueño, los vivos y los muertos también se citan en este espacio fantasmagórico y enrarecido.