«No, la pintura no está hecha para decorar las habitaciones. Es un instrumento de guerra ofensivo y defensivo contra el enemigo».
Pablo Picasso
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Uno de los bocetos previos del Guernica |
El Guernica, pintado por Picasso en 1937,
es un cuadro, pero se considera también patrimonio histórico, símbolo universal
de los horrores de la guerra. Pablo Picasso era el artista español más
reconocido internacionalmente, y es por eso que el gobierno de la II República
le pide una obra propagandística, en medio de la Guerra Civil.
Sin embargo, el
pintor malagueño hace un alegato contra el horror y la destrucción de la guerra,
en un sentido general. La idea del autor es crear una obra que fuera del pueblo
español y del mundo, no propia; es por eso que decide no recibir retribución
económica por él. Picasso incluye signos de identidad nacional y símbolos
perfectamente reconocibles para cualquiera: el toro, el caballo, la bombilla,
etc. No utiliza sus signos iconográficos, aunque sí su lenguaje artístico.
El cuadro no
cuenta una historia, no narra el bombardeo de Guernica por parte de la Legión
Cóndor alemana, sino que transmite las emociones inmediatamente posteriores de
quienes lo sufrieron. De hecho, en el lienzo no se encuentra por ningún lado al
enemigo, que permanece así anónimo, invisible. Esto representa una premonición
profética del total anonimato de la guerra, en la época venidera de operaciones
de bombardeo contra la población civil. El brazo ejecutor de tanto sufrimiento
no está presente; Picasso sugiere que el cobarde fuego aniquilador de la
aviación nazi ataca la naturaleza misma de la vida.
En el Guernica nadie se salva, todo es
destrucción ciega, excepto quizá el toro. Este, orgulloso, podría ser símbolo
de la España invencible o bien de la indiferencia ante el triunfo del mal,
connotaciones bien diferentes, pero en todo caso ajeno al tormento y desastre.
La relación del
espectador con este cuadro este lienzo es uno de los aspectos más significativos
del mismo. Se hace difícil concebir la idea de que un espectador pasivo del
drama. La pasividad ante él es la complicidad del verdugo: esta pintura es
tremendamente difícil de contemplar sin que se accionen los resortes
misteriosos del sentimiento y de la acción.
Históricamente,
y ya desde la primera exhibición del cuadro en la Exposición Internacional de
1937 en París, el Guernica se ha
entendido como una referencia de primer orden en la historia de la pintura
contemporánea. Para muchos representó la reconciliación entre los ideales
globales de la izquierda y las vanguardias artísticas, por ejemplo en la
denuncia de la violencia fascista y en la modernidad radical.
El surrealismo
era todo un sistema de dimensión revolucionaria, que deseaba transformar
radicalmente las bases que sustentan la vida y las relaciones humanas. Este
movimiento planteaba como instrumentos artísticos la provocación y la
convicción de que la imaginación surrealista era la alternativa a los falsos
valores establecidos. Picasso fue miembro «honorífico» del grupo surrealista,
reconocido y aceptado por sus componentes, aunque personalmente alguien libre,
que no se sometía a algunas de sus ataduras.
La evolución y
los gestos públicos de Pablo Picasso en los años siguientes a la elaboración
del Guernica confirmaron
completamente ese compromiso político y artístico. Durante la Guerra Civil
continuó denunciando abiertamente la violencia, de verbo y con una serie de cuadros que delataban su angustia.
Además, su gran obra realizó un gran periplo por ciudades europeas y Nueva York
con el objetivo de recaudar fondos para la República.
Lo que tal vez
Picasso no podía vislumbrar es que él mismo se vería afectado por esa tenaza
del fascismo. En efecto, entre 1940 y 1945 vivió en París bajo la ocupación
nazi, estrechamente vigilado y coartado. Su actitud resistente se plasma en la
proliferación de calaveras de toro en sus bodegones, de colores fríos y aspecto
tétrico: una alegoría de un tiempo siniestro y feroz. Una interpretación
macabra pero realista del concepto de «naturalezas muertas».
En conclusión, Picasso
y el Guernica suponen un hito en las
relaciones entre arte y política en el siglo XX. El autor realiza una obra
universal de denuncia de la guerra y lleva hasta postulados meta-artísticos su
compromiso con la libertad y la Segunda República. Guernica es un cuadro muy humano, que cuenta profunda y
radicalmente las emociones de desgarro, angustia y desolación que la violencia
indiscriminada de las tropas fascistas provoca contra la población civil.
Miguel García Campos