lunes, 31 de marzo de 2014

Análisis de 'Tentativa imposible'

Tentativa imposible (1928)
Se cuenta que el pintor griego Apeles pintaba tan bien los caballos que los caballos de verdad, al pasar ante ellos, relinchaban saludándolos. Es también célebre la anécdota de Miguel Ángel, quien, al terminar su Moisés, le dio un sonoro martillazo en la rodilla, exclamando "¿por qué no hablas?".

René Magritte hace en Tentativa imposible una referencia explícita a esta tradición artística dando vida a su amada esposa, Georgette. Pero en el cuadro de Magritte el artista no pinta una copia tan fiel al modelo que imita la vida o la adquiere: pinta, literalmente, al modelo. Es una tentativa imposible, pero que se torna posible en pintura, donde el artista es una imagen al igual que lo que pinta.

La reflexión del pintor surrealista no se detiene, banalmente, en las capacidades miméticas de la pintura, sino que va más allá, indagando la ambigua relación existente entre la realidad y su imagen, entre el mundo en que vivimos y aquel, absolutamente autónomo, a que puede dar vida la pintura. La imagen no se ajusta al modelo; como mucho, el modelo puede esforzarse por parecerse a la imagen. Pero esta tiene vida propia y, en la superficie de un cuadro, la imagen de un pintor puede pintar verosímilmente la imagen de la mujer que ama, real porque comparte su misma realidad, su misma condición de imagen.


Dicho esto, queda el hecho de que lo representado es, en primer lugar, un acto de amor. La imagen puede no ajustarse al modelo, pero el modelo de este cuadro, como de muchísimos otros cuadros, es su mujer, Georgette, con la cual el artista se hará fotografiar en una tentativa (esta sí imposible) de repetir en la realidad el acontecimiento imposible en el lienzo.