Mujer ante el espejo (1937) |
Julio González Pellicer (Barcelona, 21 de septiembre de 1876 - Arcueil, 27 de marzo de 1942) fue uno de los escultores más interesantes en la órbita del surrealismo, aunque no perteneciera a este movimiento, sino más bien al expresionismo abstracto y al cubismo sintético. Estaba estrechamente vinculado a Picasso desde los años de Barcelona, a quien, más tarde, enseñaría muchas de las técnicas que desarrollaría el genial malagueño como escultor. Junto a Pablo Gargallo (1881-1934), se constituirá en el gran innovador de la escultura del hierro.
En 1900, su familia se traslada a París. Artesano del hierro forjado y soldador de la fábrica de Renault en 1918, González aprovechó las posibilidades de la soldadura autógena para construir sus esculturas. Esta producción será de realización tardía, pues su labor en ese campo no comienza hasta 1925. Su punto de partida, como el de tantos, es la idea aditiva del cubismo sintético, que aplica a piezas de hierro forjado. Pero su obra madura ha de entenderse desde la fantasía del surrealismo: utiliza elementos filiformes y orgánicos, inspirado en Picasso, con quien trabajaba desde 1928.
El hombre cactus (1939-40) |
Sus piezas resultan agresivas, casi brutales, sin estilizaciones decorativas, con una fuerza rotunda que, sin embargo, resulta extraña: al igual que otros surrealistas, nos persuade de que su mundo existe, pero nos inquieta porque nos evoca una amenaza desconocida. En su madurez artística, González se limita al empleo de plano esenciales, de líneas de fuerza y de los elementos más significativos de las figuras, intentando unir materia y espacio, lo que le acerca también a la abstracción. Sus obras recrean a menudo temas como la maternidad, las máscaras o las figuras femeninas.
Entre sus obras más destacadas pueden situarse Mujer ante el espejo, Daphne, Mujer sentada, Bailarina pequeña o El hombre cactus.