Originariamente, los surrealistas se fascinaron por los procedimientos de creación automática, sin control, de la razón, que producían resultados fascinantes. La llamada «escritura automática» hacía aflorar imágenes inesperadas, fruto de la asociación inmediata de palabras dispares, que emanaban del pensamiento sin el control de la mente. Hubo también dibujos automáticos, como los de André Masson (1896-1983), cuyas líneas parecen fluir, formando, en ocasiones, figuras o formas imprecisas que no habían sido ideadas previamente. No obstante, los surrealistas suelen moverse entre el puro azar y un cierto control de sus resultados.
Por ejemplo, el alemán Max Ernst, originalmente vinculado al dadaísmo, es el inventor del «frotamiento» (frottage), que consiste en pasar un lápiz por encima de un papel o lienzo después de haber sido colocado encima de una superficie con relieve; así se obtiene una especie de calco que el artista completa después. También yuxtapone formas inconexas, ya sea en pintura o en collage. En este caso, utiliza viejo grabados con motivos diversos, que recorta y pega, produciendo imágenes nuevas, de extraña significación e inquietante efecto poético.
Divisibilidad indefinida (1942), Yves Tanguy |
Un buen número de surrealistas orientaron su creatividad a hacer nítida la visión interior, generalmente en relación con la extrañeza que producen los sueños, tanto por su contenido como por las relaciones ilógicas que se establecen entre los espacios y el impreciso significado de las cosas. Las pinturas de Yves Tanguy (1900-1955) recrean espacios visionarios que tanto parecen desoladas llanuras o inciertos océanos como remotos lugares siderales, donde hay elementos indefinidos, de carácter biomórfico, a veces con alusiones sexuales difíciles de explicar, como si fueran inmersiones metafóricas en el interior del subconsciente.
Mucho más explícitos del deseo manifestado durante el sueño resultan los cuadros de Paul Delvaux (1897-1994): por un mundo de penumbra, de arquitecturas clasicistas, parecen vagar figuras femeninas desnudas y esqueletos, en una asociación tortuosa entre el amor y la muerte, formulada como la visión de una pesadilla.
Aparte de los españoles Miró y Dalí, uno de los artistas más populares del surrealismo es el belga René Magritte (1898-1967). A menudo explora las contradicciones de la visión, como una subversión mental de aquello que, en principio, debemos contemplar con una determinada lógica. Sus obras están ejecutadas con una técnica pulida, casi industrial, con objeto de aludir al carácter conceptual de la representación.